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Travesía de la Amistad: Tres Corazones, un Sueño y un Abogado

Actualizado: 18 oct 2023

En mis primeros años dentro del despacho, llegó un caso que conmovió mi corazón, el de tres amigos detenidos en una estación migratoria. Nunca imaginé cuánto aprendería de esta experiencia, no solo en términos legales, sino también en lo emocional. A través de este proceso, descubrí la verdadera esencia de la amistad y el apoyo inquebrantable en los momentos más oscuros.


Estos tres amigos, procedentes de Venezuela, tomaron la valiente decisión de emprender un viaje en busca de un futuro mejor. Vendieron todo lo que tenían, casas, camionetas y relojes que antes eran símbolos de estatus, pero que ahora se habían convertido en humildes boletos de avión y latas de comida. Por respeto a su privacidad, los llamaremos Mario, Miguel y Leonardo.


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Una vez lograron asegurar la salida de sus familias de Venezuela y cerrar todos los compromisos pendientes, tomaron un vuelo con destino a Chile, con la esperanza de luego llegar a Monterrey, en México, donde buscarían refugio. Pasaron con éxito el filtro migratorio en Chile, pero la alegría de Mario se desvaneció al darse cuenta de que Miguel y Leonardo habían sido rechazados.


En ese momento, Mario tomó una decisión que cambiaría sus vidas para siempre. Se negó a dejar atrás a sus amigos, a pesar de que la vida podría haberle sonreído si hubiera continuado solo. Mario comprendió que juntos habían crecido y que juntos superarían cualquier adversidad que se les presentara.


Su travesía empezó, llevándolos a atravesar selvas peligrosas en su camino hacia México, pues se habían regresado y tendrían que buscar otra manera de llegar. Las historias que habían escuchado sobre el viaje no eran exageraciones. La selva les puso a prueba con desafíos que iban más allá de la imaginación: tráfico de personas, violencia y, en ocasiones, la trágica pérdida de vidas humanas.


La selva no solo puso a prueba su resistencia física, sino también su vínculo como amigos. Mario se enfermó gravemente debido a la comida en mal estado, y las condiciones extremas del clima no hicieron más que empeorar las cosas. Sin embargo, Miguel y Leonardo, con nada más que palabras de aliento y cargando el peso de su amigo enfermo, lo llevaron adelante.


Finalmente, llegaron a México, pero su lucha aún no había terminado. A pesar de los obstáculos, encontraron ayuda médica para Mario y vieron cómo se recuperaba. Sin embargo, el camino hacia Monterrey, donde sus familias los esperaban, aún estaba lleno de desafíos.


El miedo a la deportación y la desconfianza en las autoridades los llevaron a depender de un coyote, quien prometió llevarlos a Monterrey por una suma significativa de dinero. La familia de los tres amigos hizo un esfuerzo extraordinario para recaudar esa cantidad y la depositó, con la esperanza de que sus seres queridos estuvieran a salvo.


La noche en que el coyote los subió a su camioneta, comenzó una pesadilla que nunca podrían haber imaginado. Llegaron a una finca que supuestamente pertenecía al coyote y allí fueron recibidos por un supuesto amigo suyo. Pero lo que parecía ser un refugio se convirtió en una pesadilla. Los tres amigos fueron amenazados con armas de fuego y se les exigió una suma aún mayor, ya que los coyotes consideraban insuficiente lo que habían pagado.


Pasaron un mes en esa finca, un mes de incertidumbre, miedo y desesperación. Cada día era una lucha por la supervivencia, mientras la voz del coyote resonaba en sus oídos, advirtiéndoles que sus familias los habían abandonado. Comieron frijoles con tortillas y se sintieron abandonados, olvidados y atrapados en una pesadilla interminable.


La liberación llegó de una manera inesperada cuando los coyotes desaparecieron. Al principio, pensaron que sería la muerte por hambre, pero pronto se dieron cuenta de que la puerta de su cuarto ya no estaba cerrada con llave. Aparentemente, sus familias habían pagado la suma exigida y los habían dejado atrás en una parte remota de México. Los chicos estaban solos, sin dinero, sin documentos y sin comida.


Apegados a sus pasaportes, documentos que guardaban con amor y devoción, finalmente lograron contactar a sus familias y recibir un poco de dinero para comprar comida y celulares para mantenerse en contacto. Tomaron un autobús a la Ciudad de México, donde se encontrarían con un amigo que los llevaría a Monterrey.

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En el trayecto, se toparon con un retén migratorio y fueron descubiertos por las autoridades, lo que resultó en su detención y posterior deportación a Venezuela.


Con esta parte hacemos hincapié en que por favor no contraten servicios que no sean confiables y mejor se asesoren legalmente con abogados expertos en la materia. En DIAM, tenemos todos los medios para evitar experiencias como esta. Escríbenos si deseas obtener información sobre tu caso. https://wa.me/message/EANKVXWSK2FGF1


Fue entonces cuando recibimos una llamada a las 11 de la noche de una cliente preocupada porque su esposo sería deportado a Venezuela. Se me asignó el caso y procedí a elaborar una demanda de amparo, la cual fue presentada de manera correcta. Notifiqué a la familia que solo faltaba la ratificación por parte de sus familiares.

Veinticuatro horas después, me enteré de que la demanda no pasó porque los señores se negaron a aceptarla. La esposa me llamó nuevamente, desesperada, preguntándome qué sucedía. Le expliqué que no podía hablar con los señores, ya que estaban detenidos y no podía ingresar a la estación debido a la pandemia, y mucho menos si ellos no me habían autorizado como su abogado.

Entre lágrimas y desesperación, me pidió ayuda, diciendo que fuera a la estación para verificar lo que estaba ocurriendo. Acudí a la estación migratoria para ver a mis clientes, pero en la puerta me dijeron que no podía ingresar, ya que no estaba autorizado dentro del expediente.

La frustración que sentí al escuchar esto fue inmensa, pero persistí y elaboré diversos instrumentos jurídicos para obtener acceso. Sin embargo, mis esfuerzos parecían en vano, ya que los clientes se negaban a aceptarlos.


Así que esperé el cambio de turno y procedí a solicitar verlos nuevamente, manifestando que efectivamente me encontraba dentro del expediente. Mi petición fue negada, pero el oficial a cargo me preguntó por qué no les dejaba monedas, lo cual me dejó perplejo. Nadie me había informado sobre este detalle antes. Después de tantos años de carrera, resultó que todo lo que necesitaban eran 50 pesos en monedas de 5 pesos para que mis clientes pudieran comunicarse con el exterior.


Sin dudarlo, dejé las monedas y, después de casi 25 días de detención, mis clientes finalmente pudieron sostener una llamada de más de 30 segundos. Cada minuto de llamada costaba 5 pesos, ya fuera cuando lo marcaban correctamente o cuando las monedas no se comían. Por fin, mis clientes sabían que debían aceptar el amparo, pero todavía tenían miedo debido a lo que les habían dicho en migración, que presentar el amparo significaría un año de detención. Eso, por supuesto, era una mentira.


Pasaron diez días más, y los chicos seguían detenidos. Yo continuaba acudiendo para dejarles monedas y mantener la comunicación con el exterior. Hasta que un día, recibí la llamada de la señora nuevamente, diciéndome que los señores habían tomado la decisión de aceptar el amparo.

Sin perder tiempo, procedí a presentar y aceptar el amparo, y 15 días después, finalmente lograron salir de la estación migratoria.


Al recibirlos fuera de la estación, les pregunté qué los había hecho cambiar de opinión. Me contaron que un día, Miguel les dijo a los tres: "Llevamos mucho tiempo aquí y migración no nos resuelve, mientras que el abogado viene cada tercer día. Apostémosle al abogado, él no nos ha abandonado".


Hoy en día, los tres amigos se encuentran en situación regular y reunidos con sus familias. Esta historia es un testimonio de la fortaleza de la amistad, la perseverancia y la importancia de contar con un apoyo inquebrantable, incluso en los momentos más oscuros. Es un recordatorio de que, a pesar de los obstáculos, la esperanza y la fe en la justicia pueden prevalecer.

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